Hoy quiero escribir sobre dos cajeras de Mercadona. A la primera la hemos visto en la tele, zarandeada al enfrentarse a una decena de energúmenos del Sindicato Andaluz de Trabajadores, o algo así, que entraron a robar alimentos, dicen que para dárselo a los pobres. El saqueo lo hemos visto, la entrega a los pobres no, pero me da igual: yo tengo la misma opinión sobre Robin Hood que Ayn Rand. Hay líneas rojas que separan la civilización de la barbarie. La propiedad privada es una de ellas, y está claro que en España hay demasiada gente que no tiene completamente claro la gravedad de este asunto.
Mientras que el saqueo lo hemos visto una docena de veces, únicamente una vez nos mostraron a esta pobre chica llorando desconsolada. A riesgo de equivocarme, me atrevo a especular sobre el aluvión de sentimientos que puedan haber pasado por su cabeza. El miedo, la indignación, la rabia, la impotencia. Miedo a que los empujones fueran a más, miedo a perder el trabajo. Indignación, por que a su condición de víctima de un saqueo y una agresión, se unía la censura ímplicita en la justificación por parte de los atacantes: las grandes empresas, y como corolario nunca enunciado pero inevitable sus trabajadores, son culpables de la situación. Rabia e impotencia, por que su gesto heróico no fue acompañado por más clientes, por los cámaras que lo filmaban, por más compañeros.
A cualquiera que trabaje en una universidad española le resultará familiar que un grupo de sindicalistas, liderados por un político, se apropien de los frutos del trabajo, el mérito y el esfuerzo de otros, bajo la pancarta del reparto, la solidaridad y la justicia social. Lo novedoso consiste en que los saqueadores del Mercadona no se han tomado la molestia de buscar una cobertura legal en forma de subvención, ayuda social, mamandurria o llámese como se quiera, a su actividad habitual.
A la segunda cajera de Mercadona me la encontré el otro día al pagar mi compra, manías mías de pequeño burgués. Fue mi alumna hace unos años. Tuvo sobresaliente. Acaba de terminar su carrera de Ingeniería y está a la espera de irse a Alemania, donde ha aceptado una oferta de una compañia multinacional. El trabajo en Mercadona le permitirá ahorrar el dinero necesario para emprender su aventura. Así están las cosas para nuestros jóvenes más valiosos. No tengo duda de que esta chica saldrá adelante: está dispuesta a trabajar en algo para lo que está sobrecualificada y está dispuesta a cambiar de país para trabajar en su campo. Para mi, estas dos cajeras de Mercadona encarnan los valores que nos sacarán del hoyo. Ellas son mis campeonas olímpicas.