Hubo una época en la que eramos un país pobre, mucha gente apenas iba unos años a la escuela, aprendían a juntar letras y garabatear su nombre en un papel. Más allá de eso, la educación estaba reservada para unos pocos, generalmente gente con dinero. Esos pocos iban a colegios, muy a menudo de curas, y aprendían latín, griego, geografía, lengua, francés, matemáticas, física y química. Ahora esos pocos tienen 60 años o más, un odio parido a todo aquello, y son la gente que hoy ocupa los puestos de dirección y responsabilidad.
Nadie defiende aquel modelo, ni aquel país pobre, como nadie defiende los dolores de muelas, pero con aquellas mimbres se construyó, para bien y para mal, el país en el que vivimos ahora. Aquel tiempo remoto, en el que el saber estaba al alcance de una minoría se acabó por dos motivos. Por un lado, en España tenemos un sistema de educación universal y gratuito para todos los niños entre 6 y 16 años. Por otro lado, la revolución tecnológica ha llevado a prácticamente todos los hogares de España una conexión a internet, a wikipedia, youtube, google, google translate, con una cantidad de recursos de aprendizaje que nos han desnudado a todos: ahora somos el principal responsable de nuestra ignorancia. Así que, desde este blog, me sumo con entusiasmo a la consigna de educación para todos: apaguen el facebook y el tweeter y conéctense a wikipedia, o al mit open courseware.
Si nos dedicáramos todos a combatir tenazmente nuestra ignorancia, quizá sería menor la enorme confusión en torno a la figura del ministro Wert, la reforma, los recortes, y las llamadas a tomar la calle, tomar facultades, colegios de curas, banderas rojas en la mano. Lógicamente, los profesores estamos cabreados por dos bajadas consecutivas de sueldo. Lógicamente, los padres estamos cabreados, porque somos víctimas de los recortes que implementan las comunidades autónomas, que se han arruinado y, ahora que ya nadie les presta más dinero, se ven abocadas a ahorrar en educación, despedir profesores, retrasar pagos de facturas. Y lógicamente, los alumnos se contagian del cabreo de sus padres y profesores. Lo que no tiene lógica ninguna, salvo la de la política rastrera y bajuna con el inconfundible sello del sectarismo, es que le echemos la culpa de todo a un ministro que lleva 9 meses en el puesto. Y causa sonrojo ver que os más exaltados de la turba le llamen franquista.
En mitad del follón, el pecado del ministro Wert es que está teniendo la desfachatez de intentar hacer su trabajo. De acuerdo con cualquier indicador objetivo, el sistema educativo español es manifiestamente mejorable. Si Wert fuera Rajoy no haría absolutamente nada, como es lógico y natural, pero Wert es la clase de ministro que disguta al Rey, si tenemos que creer al grupo PRISA, o que disgusta al grupo PRISA, si tenemos que creer al Rey. El caso es que Wert está intentando mejorar el sistema educativo, en lugar de dedicarse a lo que se dedican los ministros de Educación que no quieren acabar de patitas en la calle antes de tiempo. Que le pregunten a Rajoy, que él sabe cómo se hace.
Como diría Ortega, este es un país dónde continuamente (y ya cansa) la mayoría de las personas "exigen su derecho a no tener razón". Es por esto que yo abogo por la reducción de derechos y aumento de deberes. Porque en este tipo de paises, la benevolencia y el mal hacer de unos pocos políticos malos nos lleva a todos al fracaso y a la "verdadera indignación".
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