miércoles, 16 de enero de 2013

Como las bombillas

Es un hecho conocido que las bombillas  desperdician más de la mitad de la energía que consumen  en forma de calor, y no en forma de luz. Algo parecido pasa con las Universidades Españolas.   Tomemos como ejemplo el decreto Wert y su intento de corregir uno de nuestros muchos desequilibrios clamorosos: el escaqueo.  Cualquiera que pase 3 meses trabajando en una Unversidad española sabe que, grosso modo,  hay dos tipos de profesores.  Hay profesores que, después de dar las clases, se meten en el despacho,  escriben proyectos de investigación, los envían dentro de plazo la agencia financiadora correspondiente,  traen los fondos a la universidad, compran equipo,  contratan investigadores,  van al laboratorio o hacen simulaciones o trabajo de campo,   compran material, escriben artículos de investigación (en inglés, claro ),  escriben informes anuales de seguimiento de los proyectos, viajan a  otros centros de investigación, van a congresos, dirigen tesis doctorales.  En el mismo espacio-tiempo, hay otros profesores que después de dar sus clases se van a casa, o a su otro trabajo.  O sea, que hay profesores que investigan y otros que tienen aficciones. 

Los profesores de universidad estamos obligados legal y estatutariamente a investigar. Como quiera que el incentivo económico para investigar es minúsculo, no hay medidas disciplinarias para los escaqueados, ni tan siquiera hay un reproche moral, tenemos el resultado esperable de que más de la mitad de los profesores de Universidad no investigan. Una forma de cuantificar esta afirmación es usar como medida la obtención de los famosos sexenios.   Para ello, cada 6 años los profesores de universidad podemos, de manera voluntaria, someter nuestra actividad investigadora a la evaluación de una  agencia estatal (Comisión Nacional de Evaluación de la Actividad Investigadora) que evalua con criterios bastante laxos y emite un informe con una sola palabra: "positiva", o "negativa", que da acceso a   un  pequeño premio económico, inferior a 200€ al mes. Menos de la mitad de los profesores de universidad elegibles tiene concedidos todos los sexenios, o dicho al revés, a más de la mitad le faltan sexenios. 

Con el fin de  intentar remediar esta archiconocida  situación, Wert sacó un decreto ley en el que se castigaba a los profesores faltos de sexenios a dar más clases. Puede uno imaginar que la redacción y aprobación de un decreto ley requiere de unos cuantos centenares de horas de trabajo.  La reacción en las universidades también se ha comido otro tanto, pero multiplicado por 50.    Primero, en forma de  protestas, mails, pataleos,  manifestaciones, y otras actividades típicas de la  PUDUPA.  Después,  una comisión ha elaborado un borrador de reglamento para implementar el decreto Wert que tiene nada menos que 8 páginas, 5 artículos, 4 disposiciones finales,  y un anexo con 5 tablas, cuya complejidad  supera el manual de un microscopio de barrido electrónico. 

En los próximos meses el borrador circulará, se cambiará, se aprobará por la junta de gobierno, y luego cada uno de los Consejos de los  50 departamentos reasignará clases para adaptarse a la nueva situación.  Así, el año que viene, Fulano,   que llevaba 20 años riendose en su fuero interno de Mengano por dedicar 20 o 30  horas a la semana a investigar mientras que él se iba a casa a dormir la siesta,  dará   a partir de ahora 2 horas más de clase a la semana, y Mengano dos horas menos.  Como resultado, Fulano, que por no investigar difícilmente puede saber por donde diablos van los tiros en el mundo en 2013, les dará más clases inútiles a más alumnos.   O sea, que le daremos peor servicio.  Otro día hablamos de cómo han resuelto este problema en MIT


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