sábado, 9 de junio de 2012

Grandes mentiras de la historia moderna: la Autonomía Universitaria

Desde que puse  por primera vez un pie en la Universidad, allá por el año 88,  siempre me ha llamado la atención la forma en la  que los rectores han salido a defender sus intereses, confundiendolos siempre con los de la Universidad,  invocando el principio de "Autonomía-Universitaria-amparado-en-la-Constitución", de una forma que me evocaba a Don Quijote jurando por el amor de Dulcinea. Y tan cierto es que en el libro de Cervantes había una moza en El Toboso que hacía delirar a Don Quijote, como que en la Constitución vigente en España,   se dice en el punto 10 de su artículo 27: 

"27.10 Se reconoce la autonomía de las Universidades en los términos que la Ley establezca."

Pero no es menos cierto, que en el mismo artículo, dos puntos más arriba dice muy clarito:

"27.8 Los poderes públicos inspeccionarán y homologarán el sistema educativo para garantizar el cumplimiento de las Leyes"


Y del 27.8  los rectores nunca se acuerdan, igual que Don Quijote nunca se acordaba de que Dulcinea realmente no se llamaba así.    Pero es lo que tiene la locura, real o fingida.   Porque es de locos pretender tener autonomía, en el sentido de su primera acepción de la RAE: "Potestad que dentro de un Estado tienen municipios, provincias, regiones u otras entidades, para regirse mediante normas y órganos de gobierno propios" cuando se carece por completo de autonomía en el sentido de la segunda acepción: "Condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie". Y es que,  si en lugar de "ciertas cosas"  escribimos "financiarse",  concluimos que nuestras universidades carecen por completo de autonomía, y lo que es peor: de voluntad de tener autonomía, es decir, de buscar vías propias de financiación.  Por  que la única autonomía real, diga lo que diga la Constitución, es la que te da no tener que pedir dinero hasta para respirar. 

Así, nuestras autoridades Universitarias llevan unas décadas comportandose como esos adolescentes mal criados que ponen un cartel de prohibido pasar en la puerta de la habitación de la casa de sus padres. Eso si, la comida, la ropa, la habitación, y hasta el papel y el boli para hacer el cartel, lo pagan papá y mamá.   

Pero  no son la absoluta dependencia financiera y el nulo afán por escapar de ella,  las únicas falacias del cuento de la Autonomía Universitaria.   Trás 30 años de universidades presuntamente autónomas, ¿cómo puede ser que tengamos 50 universidades públicas  indistinguibles y perféctamente  intercambiables?.   ¿Cómo puede ser que, de repente, todas las Universidades públicas españolas abran "Unidades de Igualdad"?  ¿Ninguna usó su autonomía para concentrar esfuerzos en aspectos más urgentes, y de paso ahorrarse un dinerillo?.   Lo mismo cabe decir de las Oficinas, o incluso Vicerrectorados de "Calidad". Bullshit y más bullshit.  ¿Por qué  a ninguna de las 50 universidades se le ha pasado por la cabeza usar su autonomía para NO ofertar la carrera de derecho?.    Y es que nuestras Universidades quieren ser autónomas cuando se trata de proteger los intereses corporativos de sus empleados, pero si se trata de diseñar  e implementar políticas estratégicas, ahí prefieren coordinarse, todos "apudupados",   en la CRUE,  que en su web nos informa  que  "La CRUE pone en primer plano la fuerza del trabajo conjunto y de la unión". 

O sea, que la autonomía de las Universidades  no les vale ni para ser autónomos  financieramente, ni autónomos en sus políticas, estrategias e incluso estructuras orgánicas. Entonces, ¿a qué diablos se refieren cuando hablan de autonomía?.   



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