Lo raro es que, conduciendo por la entrada a cualquiera de nuestras grandes ciudades, donde se ve como desempeñan su labor ciertas profesionales de cierto ocio para adultos, o viendo la bacanal que montamos en las 30 mil fiestas patronales organizadas en nuestros 10 mil pueblos todos año, o al observar los botellones que surgen por doquier, a un político se le ocurriese que nuestro nuevo modelo productivo tenía que estar basado en la fabricación de chips y la programación de software, que es en lo que pensaba yo, que para eso soy físico teórico.
Lo esencial de la hoja de ruta para la nueva España nos lo llevan anticipando de forma más o menos explícita desde el Financial Times, el The Economist y sitios así: dado que importamos coches, ordenadores, teléfonos, tablets, maquinaria, ropa, muebles, energía, software, es decir, dado que importamos casi todo porque no producimos casi nada, nuestra forma de volver a ser competitivos es ser baratos. A muchos nos hubiera gustado más que fuesemos productivos y caros, pero llegar hasta ahí suponía ciertos cambios de mentalidad que la gente no parecía dispuesta a adoptar: educar a la gente en la cultura del mérito y el esfuerzo, y no esta cosa blandita del "todos somos iguales", acabar con el café para todos, ensalzar más el trabajo y menos las fiestas, explicarle a la gente que nada es gratis.... vamos convertirnos en holandeses, o algo así.
Sirva como aviso para navegantes el ejemplo de nuestros vecinos portuguéses, que en esto de implementar el nuevo modelo llevan un año de adelanto, y acaban de bajar el 7% el sueldo a todos los trabajadores, por la vía de subir en esa cantidad las cotizaciones a la seguridad social, y a la vez revisar a la baja las pensiones más altas.
Así, que vamos a ser un país de sueldos bajos donde, para sacar del paro a 3 o 4 millones de personas, de momento la mejor idea viene siendo que copiemos Las Vegas en Alcorcón y en algún lugar de Tarragona. Que conste que no tengo nada en contra de Las Vegas, un prodigio de lo que se puede hacer para mejorar la calidad de vida de un desierto, ni contra Eurovegas. Resulta bien ilustrativo que sea casi imposible distinguir a obispos y a políticos de izquierdas en sus críticas al nuevo proyecto.
En la Universidad deberíamos ir pensando en como intentamos ser útiles en el nuevo modelo. Esto lo discutimos otro día.
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