Hay un recorte en particular sobre el cuál no espero que la muy laica Universidad de Alicante, que inicia ahora su singular parón de 3 semanas santas, tenga el papo de echarse a llorar, cuando los protestadores oficiales se hayan repuesto de las muy largas vacaciones. Me refiero al recorte en el Programa Ramón y Cajal (RC), que ayer anticipaba nuestra flamante Secretaria de Estado, que en Noviembre leía manifiestos a favor de la financiación de la ciencia y ahora le toca implementar los recortes.
No es que no quepa lamentar la reducción de uno de los pocos programas que ha introducido cierta racionalidad en la política de recursos humanos de la Universidad, bien al contrario. Pero para quejarse, hay que tener una legitimidad de la que el equipo de dirección de la Universidad de Alicante carece: haber creido y participado activamente en el programa, todos los años. Si bien es cierto que en la fase inicial del programa, cuando la obligación de la Universidad hacia los beneficiarios del programa no estaba clara, la UA incorporó a unas 20 personas a través de dicho programa, entre las cuáles me incluyo. Pero en cuanto la Universidad se dió cuenta de que, al acabar el programa, debía incorporar de forma permanente a los investigadores en plantilla, no si antes dejar que 3 de ellos se fueran a la calle, estableció una política de admisión de investigadores RC cuyo resultado ha sido no necesita comentarios: en las convocatorias 2006 a 2011, no llegan a 5 las incorporaciones.... en una Universidad con 50 departamentos.
El método para lograr un fracaso tan sonoro refleja la montaña de contradicciones a la que nos hemos acostrumbrado. La UA estableció que únicamente podían incorporar investigadores del programa RC aquellos departamentos que tuvieran previsión de necesitar contratar profesores por necesidades docentes. Vamos, que podían comer los sedientos, pero no los hambrientos. El lector sagaz podrá sacar sus conclusiones.
Veremos ahora si alguien del equipo directivo de la UA sale a quejarse por el recorte del programa Ramón y Cajal.
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