domingo, 22 de abril de 2012

Reformas o recortes.

Cualquier idiota con una hoja Excel  puede hacer un recorte.  Cuando ZP recortó nuestro sueldo un 10% y el de los bedeles un 3%,  su objetivo era cuadrar un presupuesto, con el mismo estilo con el que años antes llegaba acuerdos: como sea.  Aun retumba en mis oidos el estruendoso silencio con el que aquel despropósito fuer recibido en la Universidad.      Por lo visto, duelen menos los tiros cuando se trata de fuego amigo. 

Un recorte lineal de presupuesto en una organización compleja omite  un diagnóstico de la situación,   renuncia a  establecer prioridades y a identificar disfunciones, colectiviza el castigo, relativiza por tanto el mérito. Un recorte es el máximo exponente de la falta de liderazgo. Un recorte es, en suma, lo contrario a una reforma.  En una reforma, el responsable político hace un diagnóstico, extrae una conclusión sobre lo que debe cambiar,  asume la responsabilidad de fijar un nuevo rumbo y reducir en su caso presupuestos en capítulos específicos y se enfrenta a los  perjudicados por la nueva situación.  Lo que distingue a un recorte de una reforma no es la ausencia de reducción presupuestaria en la segunda, sino la ausencia de trabajo intelectual y de liderazgo político en el primero. 

Yo pensaba que, cuando le llegara el turno de la Universidad, seríamos infinitamente más creativos a la hora de adaptarnos a un presupuesto menor.  Así, y mucho antes de que se hiciera patente la que se nos venía encima,  mi Departamento llevó a cabo una pequeña reforma  que supuso un ahorro considerable (en torno al 40%, pero hablo de memoria) en el gasto del teléfono.  Así,  tras hacer la dirección un diagnóstico sobre el exceso de gasto telefónico, se decidió que el gasto en teléfono por despacho y año más allá de 200€ correría a cargo del usuario.   

Si un departamento por su cuenta podía hacerlo,  cabía esperar que la Universidad haría algo igualmente eficaz, con el sello de una organización al servicio del conocimiento, dotada de un rector, un gerente, un vicerrectorado de Planificación Estratégica y Calidad, con su secretariado de Planificación Estratégica (perdonen la aliteración, pero es que me encanta el nombre),    y un hermoso Consejo Social, entre cuyas funciones figura "En general, supervisar las actividades de carácter económico de la universidad y evaluar el rendimiento de los servicios pudiendo recabar del resto de los órganos de la universidad, así como de los servicios, centros y departamentos, la información que considere precisa para el ejercicio de sus funciones.".  Todo esto sin mencionar que tenemos una Facultad de Económicas y otra de Derecho, que algo sabrán de gestión y de reformas.    Con semejante despliegue de cargos y de talento,  seguro que la Universidad de Alicante iba a hacer frente al estrangulamiento financiero provocado, en primera instancia, por la Generalitat Valenciana,  y en última instancia por nuestra propia incapacidad para convertir el conocimiento en dinero.  

Yo pensaba todo esto, hasta que el pasado 16 de Diciembre, nuestro equipo rectoral envió un mensaje de correo, explicando el presupuesto para 2012, en el que se nos decía que: 

"Centros, departamentos e institutos verán reducidas sus asignaciones paragastos corrientes un 20%, mientras que otros servicios y unidades tendrán una reducción de ingresos de alrededor de un 30%,"


O sea, que la Universidad ha hecho un recorte lineal, sin diagnóstico, sin responabilidad, sin liderazgo y, además, sin ni tan siquiera afinar con los números en múltiplos de 10.  Somos la leche. 



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